domingo, 8 de agosto de 2010

"El HIMEN NACIONAL"


(Parto de Agustín Hidalgo, Ediciones La Faunita, Santiago de Chile, 2010.)
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Parto y mañana no sé si volveré a verte. Todas las ancianas, niñas y hembras han parido “los cráneos siderales de una nación”, ese país enquistado que nos dice cómo se siente ser madre y saber que su carne sangra todavía: “la madre la hija la espíritu santo/ la niña la pinta la satán maría”. Agustín Hidalgo (Santiago de Chile, 1986) nos muestra con su primer libro, Parto, una serie de radiografías que revelan la conmoción, las formas viscerales y las fisuras de un Chile que se construye a partir de objetos diferidos. No se tratan de estampas o vivas imágenes del color, sino de cuadros en partes translúcidos y en partes opacos. Todo se engendra desde los vapores de una ciudad que tiene calles como estrías y un cuerpo donde la cara no conoce los brazos ni los pies. Siempre se está asistiendo a los quirófanos donde “el parto es lo más largo/ el parto de los niños umbilicales”. En ese momento es cuando se abren las puertas de las catedrales y nunca antes o después. El Parto es una nueva ceremonia y hay que estar atentos a su espectáculo vital.
Por eso, en ese devenir luz, las “cruces cobran vida como armas de guerra”, el hambre es lo único que mantiene vivo a los hombres y los indígenas se siguen pintando para prolongar sus puntos suspensivos, porque ya no hay nada que decir, no hay motivos para agregar una palabra al párrafo de la historia chilena. Hay un desierto Zurita y un Colegio Pablo Neruda, las poblaciones ya no se llaman más con sus antiguos nombres. Los ríos, las cordilleras y los paisajes de Chile ya no hablan ni se duelen sino que ahora están entre la gente: “mientras ella abría la boca como un río Bío-Bío”. Por eso Hidalgo nos dice “Si tuviera que ponerle un nombre a este neopaís/ le pondría Chile/ porque si tuviera un hijo le pondría Chile”. Existe el Museo Nacional de las Partes del Cuerpo exhibiendo las espinas dorsales, los cerebros cercenados y las alegrías encerradas en vitrinas, los dinosaurios que se niegan a caer. Pero en la escena final se encuentra la niña otra vez, pero ahora canta un tema de Queen. Después hay una pausa y aparecen los créditos de todas las mujeres y los hombres que fueron dados a luz.
Lo único que nos queda es aventar escupitajos sobre toda la tierra y ver cómo se van abriendo las piernas de una gran mujer de lodo. Y todo estará palpitando para entonces.

1 comentario:

Daniel Malpica dijo...

Va un abrazo...
LOS ABISNAUTAS (Convocatoria) Fin del Mundo: Recuento literario del nuevo Milenio http://losabisnautas.blogspot.com/