viernes, 29 de octubre de 2010

NOS REGRESÓ LA MAREA SU FRATERNIDAD (Festival de Poesía Mazatlán 2010)


I. La fraternidad artística y la poesía festiva

Si un festival de poesía no es alegre y desenfadado, no cumple su objetivo primordial: la fraternidad artística. La alegría y el desenfreno deben ser parte de cualquier festival o celebración. Un encuentro de poetas que se llame “festival” no puede salvaguardarse en la solemnidad y en el cumplimiento de cuotas, versos y participaciones al margen de las mesas de lectura. La poesía exige un acercamiento más allá de las convenciones sociales: una suerte de intimidad colectiva que se va construyendo a partir de la experiencia de los participantes. Por estos motivos, un festival de poesía busca sacar a los creadores de su ensimismamiento cotidiano y lograr un diálogo –superior al literario- con el otro. El diálogo con el otro se refiere no sólo al que se da con otros poetas invitados sino al que se entabla directamente con el público. Las audiencias esperan, en mayor o menor medida, que el autor, además de leer sus textos, interactúe e interprete su poesía desde otros medios y canales. El Festival de Poesía Mazatlán 2010 logró el pasado 21, 22 y 23 de octubre una fraternidad artística entre los poetas locales y los poetas foráneos: se cumplieron todos los objetivos.

II. ¡Ay! mi Mazatlán

Las sedes fueron alternándose de lo institucional a lo callejero, de lo dramático a lo festivo: se pasó de la Facultad de Ciencias Sociales de la UAS al Kiosco de la plaza Machado, del Museo de Arqueología a la explanada de la Mujer Mazatleca. Sin embargo, todas las atmósferas se sentían libres y las secuencias se daban con el mismo impulso y la misma participación. La logística se lució verdaderamente. Respecto a las habitaciones y los hoteles, sólo queda por decir una palabra: paradisiaco. “¡Ay! mi Mazatlán” dice la canción con una especie de nostalgia, libera un pequeño dolor profundo. Ahora yo lo siento verdaderamente al no estar allá. Las playas mazatlecas (trato de describirlas) se resuelven desde el aire con los pinceles del mar y las tres islas que se observan desde la arena forman un capricho divino. La comida, la bebida y el sol fueron un agasajo. Yo mismo me desbordé en los apetitos culinarios y gastronómicos de la Perla del Pacífico. Al margen de lo anterior, faltaba un festival de poesía para un lugar que se adivina poético, donde la lírica se recoge y se renueva siempre gracias a la marea. Probablemente la poesía escrita no sea tan necesaria cuando te encuentras ante un escenario como el que canta y sufre Mazatlán, pero es cierto que la poesía debe de recitarse con mayor medida en un lugar como éste. El chispazo que encendió la poesía y los poemas por primera vez en las playas mazatlecas se lo debemos a los organizadores del primer festival poético de la ciudad (o por lo menos del que tengamos registro reciente): Moisés Vega, Fernando Pérez Alarriba y Tino Quiroz. A estos tres poetas se les ocurrió saturar de poesía, por medio de armas afiladas, a la comunidad local. Y ésta no opuso resistencia alguna.

III. El flujo del verso libre

Los poetas que encontré en Mazatlán daban piruetas en el aire. No había modo de detenerlos. El verso libre se volvía libertino. Es cierto que en este viaje me acompañó parte de la leal guardia salvaje: Yaxkin Melchy y Gerardo Grande, poetas hermanos y cósmicos, también conocí a la poeta Estephani Granda Lamadrid, originaria de Puebla, que si bien la recordaba por aquella serie de lecturas defeñas con la participación de bardos nacidos en diferentes estados de la República y en los años ochentas, no lograba ubicarla en versos y poética. Resultó una linda revelación. Otro de los invitados fue el poeta Óscar Paúl Castro, representante de Culiacán y lustrador del verso meditabundo. Ambos resultaron registros poéticos que complementaron la escala lírica del festival junto con los otros invitados. Aquí reside la grandeza de un encuentro como éste: la heterogeneidad de las voces participantes, sin anclarse nunca en una tendencia, en las afinidades estéticas y en la alineación de grupos literarios. Al final, las palmas se las llevaron los poetas organizadores que, sin pensarlo dos veces, se lanzaron a los caminos de la zozobra y zarparon con las naves de la locura. Ya lo decía en un verso su paisano, el poeta Gilberto Owen, después tomado como talismán infrarrealista: “Si he de vivir que sea sin timón y en el delirio”. La actitud de estos chavos mazatlecos fue de un auténtico maremoto verbal. No hubo recato, mediada y parsimonia; por lo cual estoy enteramente agradecido. No basta con que un poeta domine la técnica y esté escribiendo una obra interesante, se necesita de una actitud que rompa el imaginario social y el status quo de las mentes. Reitero lo dicho en mi última lectura del festival: la poesía de estos jóvenes se oye poderosa, aun desde lejos. Los remates poéticos dejaron sin aliento a los invitados, o por lo menos conmigo funcionó. Tino Quiroz acuchillaba el mutismo con el corte de sus versos, a veces dolorosos y pausados, donde los relámpagos brillaron como las venas del cielo. Fernando Pérez Alarriba sacudió los cimientos de la nación simbólica que carcome los corazones de los mexicanos. No tuvo que hacer más. Por su parte, Moisés Vega le dijo ¡No! a los círculos arqueológicos de la poesía mexicana, que buscan la pureza y la no contaminación de nuestra vergonzosa tradición monolítica. También apuntó cosas bellas como el vuelo de un albatros que tendrá siempre su corazón. La poesía, en resumidas cuentas, llegó como un barco fantasma en el embarcadero de Mazatlán y el mar expulsó toda su dulzura en la superficie.

IV. La anécdota se busca en la playa

La anécdota es parte fundamental de un encuentro de poetas, es el resultado de la fraternidad que siempre buscamos. No me imagino en un festival de poesía donde sólo llegué a leer, charlar y despedirme. Para este festival enumero: 1) El partido de futbol que se improvisó en la playa, donde Yaxkin Melchy resultó un “brody” Campos que nunca veremos en un mundial, y donde todos jugamos con el espíritu abierto, sin camisa, en el estadio del mar. 2) Gerardo Grande, bautizado por la prensa local como el poeta del rock, quien viajó de auto-stop desde la Ciudad de México. Dejó alguna fan de su música en aquellas playas. 3) Conocer a un resucitado Pablo Neruda, muy demacrado por la muerte, redactor de odas que no pudo leer en público. 4) Todo lo que yo comí. 5) Los monstruos que asaltaron las calles del centro de Mazatlán en medio de nuestro café último. Era cierto, habíamos olvidado la época de Halloween.

V. La fiesta tiene que seguir

Espero que este gran esfuerzo que realizaron los colaboradores y las participaciones activas de la comunidad artística mazatleca y el público en general, vuelvan a sentirse próximamente por aquellas tierras. El Festival de Poesía Mazatlán 2010 debe de dar paso a nuevas ediciones o a otros encuentros similares. Esta vez podrían añadirle otro tótem al festival: la fauna marina y terrestre en Mazatlán es rica, aprovéchenla. La siguiente emisión puede ser para un delfín, una mantarraya o una gaviota. No lo sé. Por lo pronto, el misticismo del venado lo hizo muy bien. Este trabajo debe continuar hasta que las fuerzas resistan, otros poetas demandarán más entrada de versos para el presente y el futuro. Cualquier cosa puede ser incierta menos la poesía. La fraternidad todavía tiene que estallar en sus cuatro direcciones y después volar por los puntos cardinales de la República, más allá del continente literario.


Octubre de 2010.