martes, 7 de julio de 2009

No hay muerte sino más derecho

calavera de Guadalupe Posada

No hay muerte sino más derecho. No hay muerte sino más derecho, me lo dijo un difunto entre ensoñaciones. Aquel hombre aseguró que el minuto final no es una experiencia religiosa sino un tronido de zapatos.

“Uno ve al Tiempo con sus caras deformadas entre los costados y los números 6, 12 y 24 adornan la serie cabalística de su sombrero; después uno muere en un velorio con la boca reseca. Yo pensé que hasta ese momento había escapado al imperio de la ley, como cuando me emborrachaba o escuchaba una canción; la muerte me jugó una mala partida, porque resolví que sólo existía en mi acta de defunción, en mi acta de nacimiento, en los títulos de propiedad a mi nombre, en las acciones de la empresa, en los pagarés donde figuré como deudor, en el inventario y avalúo de mis bienes, en la fe de mi albacea, en los contratos que celebré, en el registro de Hacienda, en el padrón de electores muertos, en mi cuenta de jubilado, en el seguro de gastos mayores. Entendí que en la vida fui un papel perdido y ahora desde la tierra brotaré como una fuente jurídica para el notario que tramitará mi testamento.”