sábado, 5 de abril de 2008

la estrella del electróforo

Georg Cristoph Lichtenberg (1742-1799)

En la mayoría de las ocasiones los descubrimientos no se deben al rigor científico, sino a actos de prestidigitación.
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Cerca de 1777 un profesor de la Universidad de Gotinga se da cuenta de las figuras que se forman en el electróforo, trabaja en ellas hasta poder manipularlas y hacer a su voluntad las estrellas y asteriscos que se convertirían en sensación para los científicos de la época. Georg C. Lichtenberg fue quien llevó este descubrimiento a la comunidad ilustrada del siglo XVIII.

Si bien su nombre sonó por cierto tiempo, no fue por eso que hoy lo recordamos, de ser por eso, hubiera pasado al catálogo de científicos anónimos de todos los tiempos. Manejar a su antojo unas chispas eléctricas a manera de estrellas no es un acontecimiento que revolucionó la ciencia, sino más bien sabemos de él por lo que hacía en sus ratos de ocio y por ese afán compulsivo de escribir todo lo que se le viniera en mente, por pequeña que resultara la idea. Lichtenberg fue un hombre sencillo a su modo, se casó dos veces con las mujeres más simples (una florista y otra vendedora de pescado), se dedicaba a hacer almanaques o a dar clases de física y matemáticas en la universidad del pueblo. Viajó una vez a Inglaterra para aprender bien alemán como él decía, y todo esto lo hizo con una venenosa hipocondría, una joroba y con 1.55 cm de estatura.

Lichtenberg es, a juicio de Nietzsche, uno de los pocos escritores “rescatables” de Alemania, quizá porque desconfiaba de la naturaleza humana y se mostró suspicaz con la Ilustración o lo que él llamó un experimento político: la Revolución Francesa. Qué se puede esperar de alguien que dice: “la mucha lectura nos ha brindado una barbarie ilustrada” o quien afirma “en verdad hay muchos hombres que sólo leen para no pensar”. Podemos decir que este personaje fue un antirracionalista que vivió en pleno siglo de la racionalidad y, peor aún, en el país de los hombres más metódicos. Lichtenberg no fue tanto de eso, sólo fue un hombre sumamente lúcido.

En sus aforismos Lichtenberg habla casi de todo, tiene un poquito para cada cosa, y en verdad fue un ser lacónico, porque la brevedad fue su vehículo de ironía y reflexión habitual; así todos sus aforismos, máximas quizás o epigramas que le conocemos hoy, son gracias a una recopilación póstuma de la labor minuciosas de revisar sus apuntes y cuadernos. Nunca pudo concluir una novela a pesar de su gran admiración por Shakespeare, compuso algunas cuartetas de versos para bodas a fin de ganar algo, gustaba del teatro aunque nunca pretendió ser dramaturgo; el drama ya lo había encerrado en unas oraciones aisladas.
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Algunas observaciones de Lichtenberg sobre la literatura y el quehacer del escritor:
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*La metáfora es más inteligente que su autor, y eso sucede con muchas cosas. Todo tiene su profundidad. Quién tiene ojos ve todo en todo.
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*Las reglas de la gramática son meras convenciones humanas; por eso cuando el diablo se le aparece a los poseídos habla un mal latín.
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*En cierta obra un hombre célebre prefería leer lo que tachó que lo que dejó.
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*Al prólogo se le podría llamar pararrayos.
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*Al escribir mantén la confianza en ti mismo, un orgullo noble y la certeza de que los demás no son mejores que tú; ellos evitan tus errores y en cambio cometen otros que tú has evitado.
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*No estaría mal un libro de primeros auxilios para escritores.
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*Uno de esos esclavos negros en las plantaciones de la literatura.
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*Pasaron a la cripta familiar de mis pecados juveniles, la de los malos libros.
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*¿No es curioso que una traducción literaria casi siempre sea mala? Sin embargo, todo se puede traducir bien; ahí se aprecia qué tanto se entiende el idioma, es decir, qué tanto se conoce al pueblo que lo habla.
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*En la naturaleza no hay palabras, solamente iniciales. Al releer las nuevas "palabras" descubrimos que no son sino iniciales de otras.
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*Siempre es preferible darle el tiro de gracia a un escritor que perdonarle la vida en una reseña.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmm... interesante... Bastante interesante!

Cómo haces para saber tantas cosas... inútiles? Jijiji.

Me gusta, me gusta!

Y sabes de sobra quién me inspira a escribir ciertas cosas... je je je