La tierra son mis labios
abiertos por el sol
y la noche es la fuga
de dos sexos invencibles.
1958, la Costa Grande es
un nervio en la columna vertebral
de Dios.
1958, la Costa Grande es
una rajadura que duele desde
la distancia.
1958, la Costa Grande es
una fábula de la cerveza
y el orín.
1958, la Costa Grande dio a luz.
*
Furia uterina. La mar no te cabe
R.P.
En Tecpan de Galeana, Guerrero,
iba al mar cada vez que podía,
iba de noche cuando la grandilocuencia
en las olas quebraba sus rocas predilectas.
Ninguna marejada rehuía a su destino
a pesar de que el agua crecía o se dilataba
como el rollo de un salmo desdoblado
y el mar imitaba el sonido de una gaviota,
después el sonido de la muerte de un mártir,
por último se encerraba en el eco
de un útero inmenso y balsámico.
Raúl solía callarse en ese instante.
Raúl solía decir:
"Mar, soy yo. ¿No me reconoces?"
Pero ella lo veía como un extranjero curioso
y explotaba con la cólera entre las piernas
o reventaba con el orgasmo entre los dientes,
que son las hileras nuevas de conchas
y vidrios en la playa.
Ella decía que transpiraba como el mar
cuando hacían el amor
pero Raúl callaba en el momento justo
que ella sonreía.
*
Poeta en ruinas,/ niño en ruinas.
R.P.
En Tecpna de Galena, el cielo es
un clitoris o un pez endémico
que se resbala de las manos y los ojos.
Raúl Parra lo vio de niño
aunque no supo como nombrarlo.
Llegaba de la escuela con sed
y no sabía como beber los libros,
los árboles o las bicicletas;
hasta los doce años
su alma llevó la forma de un limón
seco
cuando conoció aquella sonrisa baja
y le tiró unas cuantas perlas a los cerdos.
El cielo decía su nombre y él se dormía.
Al amanecer las nubes borraban el renglón
porque todo estaba mal dicho.
Raúl Parra, hijo de una cocinera,
callaba los poemas desde adentro,
callaba la guitarra porque nunca
entendió la música de su pueblo,
donde las horas son alfileres
más ponzoñosos que los alacranes
y la plaza es una tumba
que reverdece durante la vigilia.
Raúl Parra,
llévate este niño de aquí.